When you try your best, but you don't succeed When you get what you want, but not what you need When you feel so tired, but you can't sleep Stuck in reverse When the tears come streaming down your face When you lose something you can't replace When you love someone, but it goes to waste Could it be worse?
viernes, 30 de diciembre de 2011
Último Día del Año
viernes, 16 de septiembre de 2011
Todo mundo quiere tener un amigo, pocos se toman la molestia de ser uno
jueves, 15 de septiembre de 2011
Cáncer
sábado, 10 de septiembre de 2011
Coplas a un padre muerto...Jorge Manriquez.
Si tú me olvidas PABLO NERUDA..

sábado, 27 de agosto de 2011
cinco siete... tic tac

Los días avanzan y yo no logro caminar al mismo paso que tu vas..
A veces me pregunto qué hice mal o porqué, ya nada es igual?
Los días se han vuelto rutinarios y tú no haces nada, solo reclamas y te haces el cool, culpándome de todo, haciéndote parecer la pobre victima de la situación.
Hace una año o tal vez más, los días estaban llenos de arcoíris y hasta las nubes eran felices, no importaba si teníamos que compartir una sopaipilla o esperar eternas horas para poder tener 15 minutos juntos, hoy siempre estás ocupado y no existe la ley de mínimo esfuerzo, si la respuesta es no, te quedas con eso y prefieres compartir con tú mamá o tus hermanos antes que conmigo,
¿Hace cuanto tiempo no vamos al cine? ¿Hace cuanto tiempo no caminamos juntos? ¿Hace cuanto tiempo no dormimos siestas? ¿Hace cuanto tiempo no me extrañas?
En qué momento todo se convirtió en rutina, en qué momento deje de ser lo que más amabas en la vida, en qué momento deje ser tu mayor orgullo y pase a hacer la bruja?
Mi cabeza está llena de preguntas que tú no puedes responder, porque probablemente te de lata y prefieras seguir en tu cómodo sillón. Tus respuestas son siempre las mismas “déjate de webiar” “ándate a la chucha” “ya y que más”. He caminado la parte más difícil sin ti, sin hacerte cargo de tus responsabilidades, y no me importo, me acostumbre a los dolores sola, sin ningún brazo que apretar cuando ya no aguantaba el dolor, solo sé que ya nada es igual y si este es el nuevo nivel de juego yo no estoy dispuesta a jugarlo, porque me está haciendo daño y tú no te logras dar cuenta. Me has hecho sentirme el insecto menos importante del reino animal, y ni siquiera así te logras dar cuenta que me está pasando, tus días sin mi son distintos, al parecer están llenos de buenos momentos en los cuales yo no comparto ningún rol, ya que están todos los papeles ocupados.
Me estoy cansando de buscarte, para que solo me encuentres y te sirva en el rol menos importante, ya que es la única necesidad que tienes al no verme, las demás cosas pasan por alto.
Ya no te importa el cómo amanecí o como me siento? Ya ni siquiera tienes tan claro cuáles son mis ramos o a qué hora salgo de clases, y sabes porqué? Porqué ya no me necesitas y de a poco yo también te estoy dejando de necesitar… Si yo no hago esfuerzos tú tampoco estás dispuesto hacerlos, yo ya me cansé de hacer todo y tu nada..
Yo necesitaba que ahora más que nunca fueras mi contenedor y me las he tenido que bancar sola, cada dolor, cada reto, cada pregunta, todo sola y tú? Preocupado de qué? Yo no sé , ya que hace tiempo yo deje de ser una de tus preocupaciones.
Yo no estoy dispuesta a tener un pololo imaginario que solo me busque cuando tiene ganas y no precisamente de verme. Que solo me ame cuando este triste y necesite un abrazo, o cuando el mundo no lo entiende, y a mi quien me ama? Cuando tengo pena o cuando necesito un abrazo o cuando los dolores no me dejan caminar y tengo que inventar mi mejor sonrisa para que nadie note lo mal que me siento y lo mucho que te necesito..
Quiero respuestas y las tuyas ya las conozco todas, “para mí un tiempo es como terminar” “si terminamos es para siempre” “quieres llamar la atención” “seguramente te querí comer algún weón” . Y la verdad es que yo estoy intentando estar mejor y tu no me ayudas en nada.
T e amo pero ya no sé si es suficiente para soportar todo esto…
viernes, 24 de junio de 2011
Mini cuentos Augusto Monterroso
El espejo que no podía dormir
Augusto Monterroso
Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico. |
El dinosaurio
Augusto Monterroso
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. |
El burro y la flauta
Augusto Monterroso
Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta. Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia. |
La honda de David
Había una vez un niño llamado David N., cuya puntería y habilidad en el manejo de la resortera despertaba tanta envidia y admiración en sus amigos de la vecindad y de la escuela, que veían en él -y así lo comentaban entre ellos cuando sus padres no podían escucharlos- un nuevo David. Pasó el tiempo Cansado del tedioso tiro al blanco que practicaba disparando sus guijarros contra latas vacías o pedazos de botella, David descubrió que era mucho más divertido ejercer contra los pájaros la habilidad con que Dios lo había dotado, de modo que de ahí en adelante la emprendió con todos los que se ponían a su alcance, en especial contra Pardillos, Alondras, Ruiseñores y Jilgueros, cuyos cuerpecitos sangrantes caían suavemente sobre la hierba, con el corazón agitado aún por el susto y la violencia de la pedrada. David corría jubiloso hacia ellos y los enterraba cristianamente. Cuando los padres de David se enteraron de esta costumbre de su buen hijo se alarmaron mucho, le dijeron que qué era aquello, y afearon su conducta en términos tan ásperos y convincentes que, con lágrimas en los ojos, él reconoció su culpa, se arrepintió sincero y durante mucho tiempo se aplicó a disparar exclusivamente sobre los otros niños. Dedicado años después a la milicia, en la Segunda Guerra Mundial David fue ascendido a general y condecorado con las cruces más altas por matar él solo a treinta y seis hombres, y más tarde degradado y fusilado por dejar escapar con vida una Paloma mensajera del enemigo. |
La oveja negra
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura. |
Epitafio encontrado en el cementerio
Monte Parnaso de San Blas, S.B.
Escribió un drama: dijeron que se creía Shakespeare; Escribió una novela: dijeron que se creía Proust; Escribió un cuento: dijeron que se creía Chejov; Escribió una carta: dijeron que se creía Lord Chesterfield; Escribió un diario: dijeron que se creía Pavese; Escribió una despedida: dijeron que se creía Cervantes; Dejo de escribir: dijeron que se creía Rimbaud; Escribió un epitafio: dijeron que se creía difunto. |
Un día de estos Gabriel García Marquez
Un día de estos.
Gabriel García Márquez
El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.
Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de la ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.
-- Papá.
-- Qué
-- Dice el alcalde que si le sacas una muela.
-- Dile que no estoy aquí.
Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
-- Dice que sí estás porque te está oyendo.
El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
-- Mejor.
Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.
-- Papá.
-- Qué.
Aún no había cambiado de expresión.
-- Dice que si no le sacas la mela te pega un tiro.
Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
-- Bueno --dijo--. Dile que venga a pegármelo.
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
-- Siéntese.
-- Buenos días --dijo el alcalde.
-- Buenos --dijo el dentista.
Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.
Don Aurelio Escovar le movió la cabeza hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una presión cautelosa de los dedos.
-- Tiene que ser sin anestesia --dijo.
-- ¿Por qué?
-- Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
-- Esta bien --dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, mas bien con una marga ternura, dijo:
-- Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
-- Séquese las lágrimas --dijo.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose. "Acuéstese --dijo-- y haga buches de agua de sal." El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
-- Me pasa la cuenta -dijo.
-- ¿A usted o al municipio?
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica:
-- Es la misma vaina.
sin ganas.
lunes, 6 de junio de 2011
cuatro ojos...
lunes, 16 de mayo de 2011
Los pocillos, Mario Benedetti
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros, dos verdes, y además importados, irrompibles, modernos. Habían llegado como regalo de Enriqueta, en el último cumpleaños de Mariana, y desde ese día el comentario de cajón había sido que podía combinarse la taza de un color con el platillo de otro. "Negro con rojo queda fenomenal", había sido el consejo estético de Enriqueta. Pero Mariana, en un discreto rasgo de independencia, había decidido que cada pocillo sería usado con su plato del mismo color.
"El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y no dijo nada, pero José Claudio contestó: "Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no parecían de ciego.
La mano de José Claudio empezó a moverse, tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese temblor que da el continuado afán de búsqueda, el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero la llama no apareció. A una distancia ya calculada, la mano izquierda trataba infructuosamente de registrar la aparición del calor. Entonces Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda. "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa que, como toda sonrisa para ciegos, impregnaba también las modulaciones de la voz. "No lo tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de Mariana."
Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio inferior con la punta de la lengua. Un modo como cualquier otro de empezar a recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y todavía veía. Habían almorzado en casa de los padres de José Claudio, en Punta Gorda, habían comido arroz con mejillones, y después se habían ido a caminar por la playa. El le había pasado un brazo por los hombros y ella se había sentido protegida, probablemente feliz o algo semejante. Habían regresado al apartamento y él la había besado lentamente, morosamente, como besaba antes. Habían inaugurado el encendedor con un cigarrillo que fumaron a medias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella tenía poca confianza en los conglomerados simbólicos, pero, después de todo, ¿qué servía aún de aquella época?
"Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alberto.
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir que tengo una salud de roble, que mi hígado funciona admirablemente, que mi corazón golpea con el ritmo debido, que mis intestinos son una maravilla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos."
La época anterior a la ceguera, José Claudio nunca había sido especialista en la exteriorización de sus emociones, pero Mariana no se ha olvidado de cómo era ese rostro antes de adquirir esta tensión, este resentimiento. Su matrimonio había tenido buenos momentos, eso no podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio, él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se concentró en un silencio terrible, testarudo, un silencio que seguía siendo tal, aún cuando se rodeara de palabras. José Claudio había dejado de hablar de sí.
"De todos modos debería ir", apoyó Mariana. "Acordate de lo que siempre te decía Menéndez."
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Ciencia No Cree en Milagros.
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no aferrarte a una esperanza? Es humano."
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo.
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana no estaba hecha para asistir, simplemente para asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba otra cosa. Una mujercita para ser exigida con mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda una calamidad que él no pudiese ver; pero esa no era la peor desgracia. La peor desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos los medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El menospreciaba su protección. Y Mariana hubiera querido -sinceramente, cariñosamente, piadosamente- protegerlo.
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se había operado con lentitud. Primero fue un decaimiento de la ternura. El cuidado, la atención, el apoyo, que desde el comienzo estuvieron rodeados de un halo constante de cariño, ahora se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfrutaba manteniéndose solícita. Después fue un temor horrible frente a la posibilidad de una discusión cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto siempre a herir, a decir lo más duro, a establecer su crueldad sin posible retroceso. Era increíble cómo hallaba a menudo, aún en las ocasiones menos propicias, la injuria refinadamente certera, la palabra que llegaba hasta el fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y siempre desde lejos, desde muy atrás de su ceguera, como si ésta oficiara de muro de contención para el incómodo estupor de los otros.
Alberto se levantó del sofá y se acercó al ventanal.
"Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La pregunta era para ella.
"No", respondió José Claudio. "Fijate vos por mí."
Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin embargo, a propósito de él. De pronto Mariana supo que se había puesto linda. Siempre que miraba a Alberto se ponía linda. El se lo había dicho por primera vez la noche del 23 de abril del año pasado, hacía exactamente un año y ocho días: una noche en que José Claudio le había gritado cosas muy feas, y ella había llorado, desalentada, torpemente triste, durante horas y horas, es decir, hasta que había encontrado el hombro de Alberto y se había sentido comprendida y segura. ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad para entender a la gente? Ella estaba con él, o simplemente lo miraba, y sabía de inmediato que él la estaba sacando del apuro. "Gracias", había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra llegaba a sus labios directamente desde su corazón, sin razonamientos intermediarios, sin usura. Su amor hacia Alberto había sido en sus comienzos gratitud, pero eso (que ella veía con toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para ella, querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud. A José Claudio, en los buenos tiempos, le había agradecido que él, tan brillante, tan lúcido, tan sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante. Había fallado en lo otro, en eso de provocar la gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión más absurdamente favorable, es decir, cuando él parecía necesitarla más.
A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso inicial, la generosidad de ese primer socorro que la había salvado de su propio caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella había provocado su gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un alma tranquila, un respetuoso de su hermano, un fanático del equilibrio, pero también, y en definitiva, un solitario. Durante años y años, Alberto y ella habían mantenido una relación superficialmente cariñosa, que se detenía con espontánea discreción en los umbrales del tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba entrever una solidaridad algo más profunda. Acaso Alberto envidiara un poco la aparente felicidad de su hermano, la buena suerte de haber dado con una mujer que él consideraba encantadora. En realidad, no hacía mucho que Mariana había obtenido a confesión de que la imperturbable soltería de Alberto se debía a que toda posible candidata era sometida a una imaginaria y desventajosa comparación.
"Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona que el personal de la fábrica me consagra una vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a la suerte y el que pierde se embroma y viene a verme."
"También puede ser que te aprecien", dijo Alberto, "que conserven un buen recuerdo del tiempo en que los dirigías, que realmente estén preocupados por tu salud. No siempre la gente es tan miserable como te parece de un tiempo a esta parte."
"Qué bien. Todos los días se aprende algo nuevo." La sonrisa fue acompañada de un breve resoplido, destinado a inscribirse en otro nivel de ironía.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en busca de protección, de consejo, de cariño, había tenido de inmediato la certidumbre de que a su vez estaba protegiendo a su protector, de que él se hallaba tan necesitado de amparo como ella misma, de que allí, todavía tensa de escrúpulos y quizás de pudor, había una razonable desesperación de la que ella comenzó a sentirse responsable. Por eso, justamente, había provocado su gratitud, por no decírselo con todas las letras, por simplemente dejar que él la envolviera en su ternura acumulada de tanto tiempo atrás, por sólo permitir que él ajustara a la imprevista realidad aquellas imágenes de ella misma que había hecho transcurrir, sin hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto fue desbordada. Como si todo hubiera estado dispuesto para la mutua revelación, como si sólo hubiera faltado que se miraran a los ojos para confrontar y compensar sus afanes, a los pocos días lo más importante estuvo dicho y los encuentros furtivos menudearon. Mariana sintió de pronto que su corazón se había ensanchado y que el mundo era nada más que eso: Alberto y ella.
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ratona para encender el mecherito. Por un momento se distrajo contemplando los pocillos. Sólo había traído tres, uno de cada color. Le gustaba verlos así, formando un triángulo.
Después se echó hacia atrás en el sofá y su nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse suavemente y los dedos largos, afilados, se introdujeron por entre el pelo. La primera vez que Alberto se había animado a hacerlo, Mariana se había sentido terriblemente inquieta, con los músculos anudados en una dolorosa contracción que le había impedido disfrutar de la caricia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía disfrutar. Le parecía que la ceguera de José Claudio era una especie de protección divina.
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo, la caricia de Alberto se había convertido en una especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba en condiciones de aguardar el movimiento próximo y previsto. Como todas las tardes, la mano acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja derecha, recorrió lentamente la mejilla y el mentón. Finalmente se detuvo sobre los labios entreabiertos. Entonces ella, como todas las tardes, besó silenciosamente aquella palma y cerró por un instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro de José Claudio era el mismo. Ajeno, reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese momento incluía siempre un poco de temor. Un temor que no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos habían llegado a una técnica tan perfecta como silenciosa.
"No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero, apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los pocillos directamente desde la cafetera.
Todos los días cambiaba la distribución de los colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el pocillo verde para alcanzárselo a su marido, pero antes de dejarlo en sus manos, se encontró con la extraña, apretada sonrisa. Se encontró además, con unas palabras que sonaban más o menos así: "No, querida. Hoy quiero tomar en el pocillo rojo."
jueves, 28 de abril de 2011
CUANDO YO NO ERA POETA... JORGE TEILLIER =)
por broma dije que lo era.
Yo no había escrito ningun verso
pero admiraba el sombrero alón
del poeta del pueblo.
Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Ella me preguntó si de verdad era poeta.
Ella tenía catorce años.
Esa vez llevaba un ramo de ilusiones.
Despues una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor,
yo le pregunte el significado de eso a las flores de la plaza
que no supieron responderme.
Ella había traducido para mí poemas de Ferdinand von Saar.
Yo no le dí nada a cambio.
No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.
Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.
Cuando salí la halle en la plaza y no me saludo.
Volví a mi casa y escribí mi primer poema.
martes, 26 de abril de 2011
Un ingenioso Hidalgo
Cuando me dijeron que debía leer el Quijote de la mancha, debo asumir que sentí miedo al recordar aquel libro gigante que se encontraba en mi casa y que mi profesor de literatura decía enfáticamente que él no quería que estudiantes de segundo año de pedagogía media en lenguaje leyeran el resumen del resumen.
Hoy cuando ya me he familiarizado con el tema y el Quijote me ha hecho pasar muy buenos momentos, debo decir que me encanta, que su inocencia o ingenuidad me llenan los días de risas, que sus explicaciones básicas sobres las cosas obvias como por ejemplo el nombre de su caballo “rocinantes” porque se llama así? Porque antes ya era un rocín, entonces ahora es un “ROCINANTES” o el eterno amor a su dulcinea del toboso, que aunque el mundo le dijiera que le faltaba un ojo, un brazo para él seguía siendo una princesa que el debía rescatar. Su vecino y leal amigo sancho panza quien a ratos llenaba el libro de cordura (muy poco necesaria) donde intentaba hacer que don Alfonso Quijada lograra ver que los gigantes eran molinos de viento inofensivos.
Toda la historia comienza porque don Alfonso Quijada según el mundo se volvió loco luego de leer muchos libros sobre caballeros andantes y su sobrina , el cura, el barbero y su ama de llaves deciden quemar sus libros y justificar todo como que un hechicero (y no los de Selena Gómez) maligno los hizo desaparecer.
Recién voy en el capítulo XX y me quedan otros XXXII por terminar la primera parte del libro y estoy maravillada, a veces me gustaría convertirme en una “caballera andante” y luchar por causas creadas en mi mente para justificar cosas injustificadas y defenderme de los molinos de vientos que a mí también a veces me parecen gigantes malignos contra mi.
En un mundo de locos donde que se creen cuerdos, el único cuerdo pasa hacer loco
miércoles, 20 de abril de 2011
Ojos con miedo
domingo, 17 de abril de 2011
DIAGNOSTICO RESERVADO..
Hoy será una larga noche, de pensamientos nocturnos y miedos fantasmas...
No le tengo miedo a los fantasmas, tal vez no a todos, quiero a mis fantasmas, los míos propios lo que no son de nadie más que mios, los necesito conmigo ahora!!!!
IF YOU EVER FEEL NEGLECTED,
IF YOU EVER THINK ALL IS LOST,
I'LL BE COUNTING UP MY DEMONS, YEAH,
HOPING EVERYTHING'S NOT LOST,
EVERYTHING'S NOT LOST,
WHEN I COUNTED UP MY DEMONS.
I FOUND THERE WAS ONE FOR EVERY DAY,
WITH THE GOOD ONES ON MY SHOULDER,
I DROVE THE OTHER ONES AWAY.
IF YOU EVER FEEL NEGLECTED,
IF YOU THINK ALL IS LOST,
I'LL BE COUNTING UP MY DEMONS, YEAH,
HOPING EVERYTHING'S NOT LOST.
WHEN YOU THOUGHT THAT IT WAS OVER,
YOU COULD FEEL IT ALL AROUND,
EVERYBODY'S OUT TO GET YOU,
DON'T YOU LET IT DRAG YOU DOWN.
'COS IF YOU EVE FEEL NEGLECTED,
IF YOU THINK THAT ALL IS LOST,
I'LL BE COUNTING UP MY DEMONS, YEAH
HOPING EVERYTHING'S NOT LOST
SINGING OUT OH YEAH (x3)
EVERYTHING'S NOT LOST,
COME ON YEAH, OH YEAH, COME ON YEAH,
EVERYTHING'S NOT LOST,
OH YEAH, OH YEAH, OH YEAH
EVERYTHING'S NOT LOST,
COME ON YEAH, OH YEAH,
COME ON YEAH X2
OH YEAH, COME ON YEAH,
EVERYTHING'S NOT LOST
SING OUT YEAH
COME ON YEAH X2
EVERYTHING'S NOT LOST
COME ON YEAH, OH YEAH
SING OUT YEAH
EVERYTHING'S NOT LOST
jueves, 14 de abril de 2011
FANTABULOSO
lunes, 11 de abril de 2011
Mirando la muralla
domingo, 10 de abril de 2011
Sale el sol
Porque uno y uno no siempre son dos, Cuándo menos piensas sale el sol....
Cuándo menos piensas sale el sol...
La media personalidad 2.0 xD
TRES ÁRBOLES DE PLÁSTICO
Miro a mi alrededor y casi todo es plástico, me pregunto el por qué y la verdad es que no sé bien si es un buen material o es muy barato y por eso todo es plástico. Conozco tres árboles de plástico, pero no es cualquier plástico es el más resistente de todo el mercado plasteril, a veces creí que eran árboles de verdad, de esos que hay en los parques, de esos que sufren con el otoño y el invierno y alegran el paisaje en primavera y en verano nos permiten tener sombra, eran perfectos hasta que descubrí que eran plásticos, y no sé si eso es bueno o malo, he intentado clasificarlo como malo, pero siempre les encuentro alguna ventaja sobre los árboles reales, tal vez ya no se cual es el real y cuál es el ficticio, tal vez ya no me parece extraño que no sufra ningún cambio, tal vez el árbol de plástico ya es parte de lo que yo creo real y verdadero.
No sé si es bueno o no, tener arboles de plástico cerca, sé que no les pasara nada mientras no se expongan al fuego, pero estuvimos en un incendio y no sé cuál es el estado de mis árboles ahora, se derritieron los perdí, ya no queda nada de ellos? O están intactos?. Mis ojos sintieron humo y lo mejor fue arrancar, y no ver como todo se quemaba, no estoy dispuesta a ver como todo se quemo, porque eso le pasa a las cosas de plástico con el fuego, se derriten y nunca más vuelven a ser lo mismo. Si son lo mismo o no, ahora tengo dudas y no soy capaz de comprobar si aún están ahí o ya son parte de una historia terminada por un incendio.
Árboles de plástico, verdes por siempre, con hojas todo el año, y dispuesto a dar sombra para cuando sientas calor, hay días que me alegran y otros acompañan mi tristeza, ahora no me acompañan no sé bien, si se sienten igual que yo o tal vez mejor, quizás tampoco les ocurrió nada y están intactos dispuesto a darme sombra y no preguntarme ni cuestionarme nada, sólo cumplir su rol de protegerme del sol. No quiero pensar que ya no están, pero si no están ya no volveré a querer más árboles de plástico, preferiré árboles reales, a los que sin importar que pase siempre estará la opción de regarlos darles abonos y vitaminas y volverán a crecer, esa es la única ventaja que tienen los árboles reales, que siempre vuelven a crecer, sin importar que tan fuerte haya sido el incendio.
sábado, 9 de abril de 2011
LA GUINDA DE LA TORTA
MARCAS QUE MARCAN..
Un día un hijo le pregunta a su papá, que debo hacer para ser la mejor persona de este mundo, es quiere decir, un tipo justo, solidario y empático, además de un buen amigo, su padre le contesta, cada vez que hagas sentir mal a alguien, martilla un clavo en tu puerta, al preguntarle porqué este a su padre, le dijo, sólo martilla la puerta. y el hijo comenzó todos los días a poner 2 o 3 clavos en su puerta, hasta que un día no caían más clavos, el hijo se acerca al padre y le dice “ya papá ahora soy el mejor, en mi puerta no caen más clavos”, entonces el papá le dice ahora lo que debes hacer para ser el mejor es, cada vez que cometas un error y lo asumas o pidas disculpa por alguna fea reacción, saca un clavo de tu puerta, al comienzo le pareció difícil, habían semanas enteras donde no era capaz de sacar ningún clavo, pero un día saco el último clavo y se acerco nuevamente donde su padre y le dijo “ya papá ahora sí soy el mejor, mi puerta no tiene clavos, los saque todos”. EL PADRE CONTESTA, NO ERES EL MEJOR, PARA SER EL MEJOR JAMÁS DEBISTE HABER MARTILLADO NINGUN CLAVO, DE QUÉ TE SIRVIÓ SACARLOS, SI LA PERFORACIÓN DEL CLAVO SEGUIRA EN TU PUERTA, COMO LA PERFORACIÓN DE TUS PALABRAS SEGUIRÁ ESTANDO AHÍ, MARCADA A CADA UNA DE LAS PERSONAS QUE LASTIMASTE, ENTONCES EL NIÑO DESESPERADO LE DICE A SU PADRE ENTONCES QUR HAGO AHORA, Y ESTE CONTESTA AHORA NADA, SOLO RECIBE LO QUE SEMBRASTE Y NO VUELVAS A DEJAR TANTAS MARCAS EN LA PUERTA.
MI PRIMER PROTAGÓNICO
Yo estuve en primera fila de la peor obra que he visto, mire con atención y me pareció injusto dos contra uno, así que salte las medidas de seguridad y llegue al escenario y adivinen, me convertí en la actriz protagónica. Tal vez hice el ridículo y o quizás pensaron que estaba buscando mi minuto de fama, pues lo conseguí pero de la mejor forma, a través de defender lo que me parece justo, tal vez yo no sé mucho de defensas, pero no necesito ser un erudito en el tema para defender a lo que más amo en la vida.
Sabes cómo se llamaba la obra? Yo no alcance a preguntar el nombre, por lo mismo no he hecho comentarios al respecto, porque fue tan rápido como llegue a la fama, que olvide preguntar cuál era el nombre. La vida es rara, y no sé si estaba preparada para un protagónico, creo que por mi culpa el director cambio el sentido original y lo transformo para que yo brillara como nadie, y ahora no sé si soy la bruja mala o la linda y noble princesa que a todos ayuda, y todos admiran y quieren de mentirillas. Al final nunca supe si estaba actuando en una tragedia griega o en un novela venezolana donde todos quieren ser protagonistas, sin importar que tenga que pasar para conseguir ese tan preciado trofeo que es el papel principal. Yo en este momento he decidido dar algo así como un discurso de agradecimientos, como lo hacen los grandes actores en el premio Oscar, así que aquí les va:
Señoras y Señores: en esta ocasión quisiera agradecer a todos los que me ayudaron para conseguir este papel, partiré por los que me ayudaron a ser la motivación de lanzarme a la fama , gracias por mostrarme que es lo que hay hacer para generar un mal entendido, también quiero agradecer al periodo menstrual de mis antagonistas que hizo, darme cuenta lo fácil que es armar un problema y generar análisis sociales al respecto, también me gustaría mencionar a los que no estaban en escena pero actuaron más que yo, si eso es para ti niño del sándwich. Además hacer mención honrosa a la perdida repentina de memoria de algunas situaciones que no era conveniente mencionar, y a las palabras explicitas que dirigieron hacia mi, espero que hayan entendido las implícitas que yo dije acerca de ustedes en sus propias caras. Muchas gracias pero el protagónico es sin dudar de ustedes, se lo merecen.
CADA UNO ENTIENDE LO QUE QUIERE O LO QUE PUEDE?
Paso un estrella fugaz y no tuve tiempo de pedir un deseo, tampoco tuve tiempo de entender, y mucho menos de analizar, prefiero ser una estúpida, a responder y generarte cuestionamientos que no te llevaran a ninguna parte. Hay veces que no es necesario ser tan EXPLICITO para que se entienda la idea, algo así como una segunda lectura, otra perspectiva u otra interpretación, es como cuando conocemos a alguien que no es tan agraciado de cara, y cambiamos la palabra feo, por un simpático, yo sé que estoy faltando a la verdad, y maquillando las cosas para que no te duelan tanto, decir tú nunca has tenido un polola, tal vez es porque nunca nadie te ha querido de la forma que se quieren los pololos, pero mejor te digo “tu nunca has tenido una polola” a “tú no sabes por qué ha ti nadie te ha querido de verdad”, lo entendiste, lo sé y probablemente tu también pudiste haber disfrazado las palabras y hacerlas parecer algo más sutiles, como “un cambiemos el tema”. Pero no sé no entiendo, estoy clara que el tema no es conmigo, ¿pero cuál es tu rol, dentro de la discusión?.
Ahora, a lo que entiendo:
- 1. Entiendo que viviendo en mi burbuja soy feliz, aquí nadie me trata de estúpida por opinar.
- 2. También entiendo que YO elijo con quien quiero sociabilizar.
- 3. AMIGOS = CALIDAD NO CANTIDAD.
- 4. La sobre costilla jamás ha sido una buena decisión para los asados, pero prefiero comer sobre costilla, a comer punta de ganso (esto tampoco es explicito)
- 5. Yo elijo quien entra en mi burbuja
- 6. Ya no eres parte de esto, porque al igual que las burbujas del “Quix” la reventaste y al segundo hice otra más grande y más bonita.
- 7. Si faltaste el día que enseñaron a debatir en el colegio no es mi culpa, googlea como es ser mediador.
- 8. La vida es más que fotos.
- 9. Al igual que el abre latas, primero mira y luego intenta usarlo, porque si lo usas sin mirar tal vez estarás mucho tiempo intentando abrir la lata.
- 10. La risa abunda en la boca de los tontos, y los tontos son aquellos que no tienen opinión
- 11. Un amigo no comenta los secretos que le son revelados por otro, los guarda como si fueran propios y jamás permite que los demás se rían de él, ya que es como si se riesen de ti.
- 12. Ahora entiendo que cuando vea estrellas fugaces, siempre pediré deseos.
Y también entiendo muchas otras cosas, y espero que algún día tú también las entiendas y sepas por qué ya no eres parte de esto.